11-M: a los pies de los caballos
Colaboraciones nº 1660 | 25 de Abril de 2007
Ayer sólo hubo una comparecencia importante. Fue la de Enrique García Castaño, Comisario Jefe de la Unidad Central de Apoyo Operativo, encargada de auxiliar a todas las unidades que se ocupan de la lucha contra el terrorismo.
García Castaño ha resultado ser la fuente a la que Díaz de Mera quiso proteger cuando testificó y dijo que un alto mando policial le había hablado de la existencia de un informe policial que vinculaba a ETA con el atentado y que había sido ocultado al Juez instructor. Más adelante, después de haber sido acusado por el tribunal por un delito de obstrucción a la Justicia, y tras intentar infructuosamente que la fuente declarara motu propio, Díaz de Mera notificó por carta al Tribunal el nombre de la fuente que le había hablado del informe. A la vez se supo que el informador era este hombre porque él mismo se apresuró a escribir a sus actuales superiores una carta en la que negó que le hubiera a hablado a Díaz de Mera de ningún informe (excusatio non petita, accusatio manifesta).
La presencia en la sala del Fiscal Jefe de la Audiencia Nacional para interrogar al testigo da idea de la importancia que el Gobierno da a este testimonio.
Lo más curioso es que el testigo negó lo del informe de pasada, de tapadillo y porque el Fiscal insistió en el tema, ya que lo que él quería negar es que le hubiera hablado nunca a Díaz de Mera de una posible relación de ETA con el atentado. Y esto no es lo que estaba en discusión. Lo que dijo Díaz de Mera ante le Tribunal fue que un alto mando policial le habló de la existencia de un informe que trataba de esta vinculación y que había sido ocultado a la Justicia. Después de insistir el Fiscal, el testigo explicó ayer que ese informe está incorporado al sumario y en el mismo se concluye precisamente lo contrario, que la ETA no tiene vinculación alguna con el 11-M. Para disculpar al amigo, el testigo dijo que probablemente confunde los datos.
Sin embargo, esto es precisamente lo que hace más dudosa la credibilidad de su declaración de ayer. Primero, porque cuando alguien se empeña en meter a un amigo en un lío de esta naturaleza sin tener éste responsabilidad ninguna, la reacción nunca es de condescendencia ("pobrecito, se confunde"), sino de enfado y de ira. Y segundo, porque el testigo ha reconocido que habló con el ex Director General tanto antes como después de la entrevista en la COPE en septiembre de 2006, que fue la primera vez que Agustín Díaz de Mera habló en público del dichoso informe; luego, el testigo tuvo ocasiones y tiempo suficiente para sacar de su error a Díaz de Mera y, una de dos, o éste es rematadamente tonto y no se entera o el testigo permitió que se mantuviera en el error.
Lo más probable es que el informe en su día existiera, aunque no llegara a adquirir la forma de tal porque, a medio elaborar y viendo el cariz que iba tomando, el mando que lo encargó, el Comisario Telesforo Rubio, cuya estrecha vinculación con el PSOE es sobradamente conocida, se lo encargó a otras personas que le garantizaran que la conclusión fuera la que políticamente interesaba. Probablemente, a día de hoy, es ya imposible recuperar ese proyecto de informe, salvo que el encargado de realizarlo pueda recuperarlo de su ordenador, pero, aún así, no dejaría de ser más que un papel sin valor oficial alguno.
Que fue Enrique García Castaño el que traicionó a Díaz de Mera, al negar una confidencia que realmente le hizo, y no al revés, por inventar éste una conversación que no existió, lo demuestra el hecho de que ayer, a preguntas de un abogado, el primero dijo que esperaba seguir siendo amigo del segundo. Pero, ¿quién es el ofendido? Según lo que él contó, debiera serlo él, y sin embargo, parece ansiar el perdón de su amigo.
Le ocurre a las personas decentes que no les cabe más alternativa que la de serlo hasta el final porque no saben ser indecentes, porque cuando creen que no tienen más remedio que cometer una indecencia, procuran no ser indecentes más que en lo indispensable, y se les nota. El testimonio de Enrique García Castaño de ayer hubiera sido creíble si, indignado, hubiera acusado abiertamente a Díaz de Mera de mentir como un bellaco. No lo hizo porque le pareció indecente hacerlo. Pero, su indulgencia le acusa. Por salvar su cargo sin perder al amigo, perderá lo que más vale, al amigo, y quizá, a la postre, también el cargo.
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