El PP debiera tener en cuenta ahora que una verdadera alternativa liberal-conservadora no se construye saneando la economía, sino las ideas: liberalizando la educación, los medios de comunicación, la cultura.
La tradición política de los países mediterráneos es la de una baja tasa de abstención electoral; muchas veces no supera el 20%. Cataluña es una excepción por lo que respecta a las elecciones regionales. En los años de democracia la abstención ha oscilado entre el 37% (1995) y el 44% (2006). Ahora se ha superado incluso ese último techo. Uno de cada dos catalanes adultos no ha ido a votar.
Las razones para esa escandalosa abstención son varias. En Cataluña se ha instalado la hegemonía nacionalista, gobierne quien gobierne. En consecuencia, muchos catalanes que votan al PP o al PSOE en las elecciones nacionales no acuden a los comicios regionales. Hay otras razones que se añaden en esta ocasión. El Gobierno tripartito (de confusa orientación nacionalista) ha sido un desastre. La campaña electoral ha sido esta vez particularmente inane, cuando no, chocarrera. La mitad de los posibles votantes han nacido fuera de Cataluña, pero observan que los candidatos destacados han nacido en Cataluña. Por tanto, la principal línea de fricción política no es derecha-izquierda (como en cualquier democracia) sino la de más o menos nacionalismo. La prueba de lo anterior está en que casi todos los dirigentes dicen "Cataluña y España" (cuando no, "Cataluña y el Estado"), en lugar de la lógica expresión "Cataluña y el resto de España".
Lógicamente, ningún candidato ha propugnado la abstención, pero el conjunto de los que no han ido a votar es más nutrido que el de los votantes de Convergencia. Los abstemios llegarían a ser mayoría absoluta del censo si les sumáramos los que votan sin entusiasmo, por inercia. A la base está el fatalismo de que la política catalana va a seguir siendo nacionalista. Todavía se podría añadir lo que podríamos llamar el "voto genético", esto es, los que votan a "los suyos" sin considerar si los elegidos van a comportarse como Dios manda.
Ante la indiferencia de casi la mitad del censo electoral, que suele renunciar a la democracia y a la política, el separatismo catalán ha conseguido un triunfo sin discusión.
Ciertamente, finalizado el escrutinio, el resultado no ha sido tan extraordinario para las fuerzas no nacionalistas y para la necesaria regeneración y ruptura del sistema como anunciaban los primeros resultados publicados, si bien el análisis en síntesis no cambia. El Partido de los Socialistas arrinconado, prácticamente condena al Gobierno de la Nación a ostracismo político durante lo que queda de legislatura, y con ello, a la debacle de la izquierda en las próximas elecciones generales.
La ERC cae en 11 escaños, de los cuales cuatro van a parar al partido de Laporta. Ojo con ellos. La demagogia y los efectos de imagen se han instalado definitivamente en el mini Parlamento de Cataluña. Veremos por dónde van los tiros, y las querellas.
CiU gobernará fácil, tranquila, si bien no es difícil distinguir ya de antemano dos fases en su legislatura: una primera, hasta ver el resultado de las generales, y una segunda, acompañando a quien gobierne en Madrid, o de comparsa.
Y un PP reforzadísimo que afronta así el futuro de forma prometedora. Me alegro. Enormemente. No ya por el resultado concreto ( habrá que ver números de votos absolutos) pues la subida de 4 escaños es realmente extraordinaria, sino sobre todo porque ha quedado demostrado que si el PP es fiel a sus ideas y retorna a lo que es, con tranquilidad, seriedad, convicción e inteligencia, el hecho de que PxC llegue a los 80.000 votos, o Ciudadanos incluso suba, no le merma ni un solo apoyo. Tanto unos como otros beben en la abstención o en la izquierda no nacionalista, y ayuda al PP a conformar un discurso distinto y más claro a los ojos de sus votantes, simpatizantes, y en general, al resto de los ciudadanos.
Un abrazo a todos. Se acabó la noche electoral para mí. Mañana, vuelta al tajo, con más ilusión.
En cuanto al PPC, pese a obtener 38.000 votos menos que Alejo Vidal-Quadras, el súbito desplome de sus competidores lo ha convertido en la tercera fuerza. Óptimo escenario que va a colocar a Sánchez Camacho en el brete de poner a prueba sus principios.
El líder de CiU será el presidente de la Generalidad y podrá gobernar en solitario. Aunque los 62 escaños no garantizan la mayoría absoluta, el hundimiento del PSC y los partidos del Tripartito dejan vía libre a Convergencia al no existir otra alternativa posible.
Con cerca del 100% del voto escrutado, PP y C´s se saben ganadores. Pese a que es lo habitual en los mensajes de los candidatos, en este caso el PP logra su mejor resultado de la democracia en esta comunidad autónoma y Ciudadanos consolida sus 3 diputados tras unos años muy difíciles.
La versión que ofreció ayer TVE sobre el encuentro de Zapatero con los 37 responsables de las grandes corporaciones poco tiene que ver con la realidad. Tras los flashes sonrientes o las declaraciones, entre balsámicas y voluntaristas, del optimista patológico ("estoy muy satisfecho por resultado de la reunión") se ocultaba un panorama más bien desolador.
No fue Zapatero quien tomó la iniciativa, aunque trate de vender esa mula, con la vista puesta en una prensa internacional que le mira con lupa. Ése es el enésimo cuento que el embaucador compulsivo ha tratado de colarnos. Fueron los grandes empresarios los que, alarmados ante la "situación de emergencia que vive España" le forzaron a adoptar medidas y a mover ficha, tal como cuenta hoy LA GACETA.
La farsa arranca, de hecho, de más lejos. Zapatero se vio obligado a montar la cita del sábado, porque los empresarios habían acudido al Rey con sus alarmantes cuitas. Aunque haya sido el presidente socialista el que haya querido capitalizar el encuentro, para dar la sensación de que se mueve y de que no está cruzado de brazos ante la hecatombe. Pero no ha colado.
El gobernante que imitaba a la cigarra mientras venía la crisis, que no reaccionó hasta que en mayo Obama y Merkel le dieron un tirón de orejas, y que ha dejado en agua de borraja el recorte de las pensiones o la reforma laboral, ha tratado de tomar el pelo a los empresarios... sin éxito. Habla ahora de llevar a cabo esa cirugía de hierro en el primer trimestre de 2011; habla de crear una Comisión Nacional de la Competitividad; y de pedir un informe al Pacto de Toledo para acelerar la reforma de las pensiones. A lo que los directivos de las grandes compañías replican que puede ser tarde (en línea con las sospechas expresadas desde Bruselas por Joaquín Almunia); que la "dramática situación" no admite dilaciones; y que además no se lo pueden creer, porque dejar las medidas para marzo sería imposible para el partido del Gobierno, justo en vísperas de las elecciones municipales y autonómicas. Es lógico que los empresarios duden del compromiso de Zapatero. Por eso, le urgieron a ponerse las pilas en cuestión de días, para evitar que España siga los pasos de Irlanda. El líder socialista se tuvo que oír de labios de la crema del empresariado lo que ya es un clamor popular: "Gobierne usted de una vez", lo cual es una forma de decirle que es un perfecto incompetente.
Después de una semana horribilis, con la prima de riesgo disparada hasta niveles no vistos desde 1996, y la espada de Damocles de la intervención de nuestra economía, todo lo que es capaz de ofrecer Zapatero es una foto. El charlatán de feria no tiene otro recurso que trucos escenográficos más bien cutres. En la cita de ayer con los empresarios se ha autorretratado al dar más importancia a los imágenes que a los contenidos... lo que deja en evidencia su falta de ideas y su irresponsable frivolidad. Así, a cada empresario convocado le obligaron a hacer un paseíllo por los jardines de La Moncloa, desde donde les dejaba el coche, hasta llegar a la entrada del edificio del Consejo de Ministros. La prueba de que Zapatero buscaba más un superficial impacto mediático es el formato del encuentro: sólo tres horas que no daba más margen de intervención que unos tres minutos para cada uno de los grandes empresarios. No había más tiempo. Como en televisión, había que dar paso a la publicidad. Y la publicidad que buscaba el presidente era el eco mediático en la prensa internacional. Pero ni la economía nacional es un reality show ni la política un gigantesco plató. La prueba es que los mensajes que Zapatero trata de enviar a los medios internacionales caen en saco roto.
Lo sentenciaba, categórico, el Financial Times: "Zapatero es o muy valiente o muy tonto". La biblia del periodismo económico destaca que para algunos inversores "España es Irlanda pero con cifras más grandes", y le baja los humos al presidente socialista, al espetarle que lo que debe hacer no son declaraciones "sino demostrar que España puede funcionar por su cuenta" sin necesidad de ayuda exterior. Hace unos días era The New York Times el que expresaba sus dudas; y antes, la prensa alemana. ¿Y mañana?
Hace tiempo que el prestidigitador ha agotado los trucos. No convence ni a sus propios votantes, ni al conjunto de los ciudadanos, ni a los mercados, ni a la prensa internacional y, ahora, ni siquiera a los empresarios. Por no fiarse, ya no se fían de Zapatero ni los domesticados sindicatos (Toxo insinuando el adelanto electoral).
Lo venimos diciendo en LA GACETA desde hace meses. El problema es él. Si la economía nacional ha perdido la credibilidad es, en buena medida, porque va indisolublemente asociada a dos apellidos: Rodríguez Zapatero. Por eso, como apuntan algunos de los expertos consultados el viernes por este diario, su marcha de La Moncloa sería recibida por los mercados como un cambio de rumbo que abriría posibilidades de restaurar la confianza. El paripé fotográfico de ayer y la réplica en forma de ultimátum lanzado por los propios empresarios demuestra que el irresponsable no debería seguir ni cinco minutos más al timón de la nave.
Salvo vuelco espectacular de última hora e incumplimiento de la promesa electoral de José Montilla de no reeditar los anteriores acuerdos con ERC e ICV, el Gobierno tripartito está a punto de llegar a su fin tras siete años no exentos de desgobierno en la Generalitat, tensiones internas entre los socios y discrepancias abiertas entre PSOE y PSC.
La noche del 16 de noviembre de 2003, Artur Mas ganó en número de escaños al PSC y llegó a pensar que la Generalitat estaba en su manos gracias a un acuerdo que se antojaba hecho entre las fuerzas más nacionalistas. A tal punto llegó la confianza en el seno de CiU que el propio Mas decidió tomar unos días de descanso durante aquel puente de la Constitución. Pasqual Maragall, líder del PSC, aprovechó el momento para acelerar las negociaciones con ERC e ICV y anunciar a bombo y platillo el 6 de diciembre que habría gobierno tripartito. Arrancó una aventura de siete años con dos presidentes distintos del PSC, con un viaje de ida y vuelta al Govern por parte de Josep Lluís Carod Rovira y con la exigencia de un nuevo Estatut que Rodríguez Zapatero prometió en campaña aceptar y respetar "sin moverle una sola coma", cuando aún era sólo secretario general del PSOE y ni se las prometía como presidente del Gobierno. Aquello que algunos socialistas llegaron a denominar como "el calentón de Sant Jordi" –la promesa se hizo durante un mitin en el Palau Sant Jordi– marcó sobremanera los primeros años de Zapatero en La Moncloa.
El Pacto del Tinell
El 16 de diciembre de 2003 se firmó el Pacto del Tinell que convirtió días después a Maragall en presidente de la Generalitat y a Carod Rovira en conseller en cap. Fue entonces cuando los nuevos responsables del Gobierno catalán acordaron crear un "cordón sanitario contra el PP" para aislar al Ejecutivo de la nación que aún gestionaba José María Aznar.
Viaje a Perpiñán
El primer gran escándalo del tripartito llegó sin tener ni un mes de vida. Carod Rovira, haciendo uso de su nuevo coche oficial, se trasladó a Perpiñán (Francia) para reunirse con Josu Ternera y Mikel Antza, entonces máximos responsables de ETA y con los que pactó que la banda decretase una tregua parcial sólo para Cataluña.
Aquel episodio abrió una brecha entre el PSC y el PSOE dónde Zapatero, en vísperas de las elecciones de 2004, tuvo que exigirle a Maragall la cabeza de Carod Rovira. Fue un viaje de ida y vuelta porque tras las elecciones de noviembre de 2006, el líder de ERC volvió a la Generalitat. Su retiro, sin embargo, fue muy parcial. Tanto, que Maragall le llevó a un viaje oficial en 2005 por Tierra Santa dónde acabó fotografiándose en Jerusalén con una corona de espinas en la mano. El principal tropiezo del tripartito llegaría más adelante, en septiembre de 2005, al aprobar el Parlament un nuevo Estatut que, aunque puesto en marcha, todavía está pendiente de ciertos retoques a los que obliga la sentencia que el TC hizo pública este verano. Sólo el PP se opuso a ese nuevo Estatut aunque al llegar al Congreso de los Diputados se sumó a la ponencia que debía aprobarlo.
El debate que se alargó hasta marzo de 2006, acabó con ERC desmarcándose de él por considerarlo tibio y con CiU a punto de echar por tierra su acuerdo inicial por considerar que la nueva carta magna catalana, aunque recogía el polémico termino de "nación", carecía de financiación.
El embrollo acabaron desatascándolo, a espaldas de Maragall, Zapatero y Mas en una reunión en Moncloa que puso en entredicho, de nuevo, las relaciones entre el PSOE y el PSC. El papel del president –que comenzó a tener Alzheimer– quedó tan en entredicho que no repitió candidatura en 2006. Fue entonces cuando el PSC echó mano de José Montilla, el hombre triste del partido, primer secretario de los socialistas catalanes, con poco tirón electoral y al que Zapatero intentó dar relevancia nombrándole ministro.
Reedición
CiU logró aumentar su distancia con el PSC pero Montilla -menos catalanista que Maragall- logró, a pesar de todo, reeditar el acuerdo del tripartito. El que fuera alcalde de Cornellá se vio elevado a una responsabilidad que muchos pensaron que le venía grande. Sus cuatro años en la Generalitat han sido un rosario de luchas jurídicas para sostener un Estatut que no era suyo, que nació mal y que fue afeitado después en Madrid. Él mismo ha reconocido que con Zapatero ha tenido "su más y sus menos" y no hablemos ya con sus socios de ERC que se metieron en una oleada de consultas independentistas. Ahora ha prometido que, en caso de ganar, no volverá a repetir. O las encuestas se equivocan o podría haberse ahorrado la promesa electoral.
El descubrimiento –en esta ocasión no fue una exclusiva– que hizo LA GACETA el pasado martes no digo yo que causara sensación: causó sencillamente hilaridad. Téngase en cuenta que, desde el pasado mes de mayo, la economía y las finanzas de España no habían tenido un día tan agitado, tan escalofriante como este martes día 23 de noviembre, en que, por lo menos, sucedieron las tres siguientes cosas: que la Bolsa se desplomó un 3%, que nuestra prima de riesgo alcanzó máximos (después ya superados) de 237 puntos básicos, que el gobernador del Banco de España, siempre tan prudente y sumiso él, se echó la manta a la cabeza y exigió una urgente reforma del sistema de pensiones, y finalmente, que el mundo entero, aparte de por la monumental crisis financiera universal, contuvo el aliento porque dos enemigos clásicos, las Coreas del Norte y del Sur, se liaron a tiros por un simple quíteme esas pajas.
Los que se van
Pues bien, ese día de marras en nuestra Redacción nos quedamos prácticamente sin habla cuando descubrimos que la Generalitat de Cataluña, su Gobierno, en una de sus últimas sesiones de trabajo, es un decir, había tomado un acuerdo trascendental: obligar por decreto a que los hoteles de cuatro y cinco estrellas colocaran el muy apetitoso (no digo ya si le añades el "pernil") pa amb tomaca en el desayuno. Parecía una chanza de la finada Codorniz, pero, ¡ca!: era verdad. Lo más delicioso, y a la vez más desternillante, es que los sesudos consellers de ese Gobierno absolutamente nefasto justificaban la medida "para proteger los productos catalanes". Ahora va a resultar que el tomate lo inventó el Carod y el pan el Montilla. O sea, la risa nacional, que en este caso es la risa de toda España.
Y bien: ése es el Gobierno tripartito que, según aventan todos los sondeos, se va esta misma noche con viento fresco. Hoy es día de elecciones en Cataluña, donde desde la primera victoria, entonces impensada, de Pujol hasta ahora han mandado siempre los nacionalistas; unas veces más o menos templados, probablemente por una elemental cautela política, y otras veces absolutamente rabiosos, como los que hoy al parecer se despiden de la poltrona. El socialismo siempre ha sido minoritario en los comicios autonómicos y mayoritarios en los generales. Ésa es una característica paradójica que distingue a un electorado que nunca, nunca –eso hay que recalcarlo– se ha distinguido por su afición a acudir a las urnas. Puede hacerse una excepción con los primeros tiempos de la democracia, pero en las últimas convocatorias (una de ellas, nada menos que la del referéndum del Estatuto) la población se largó a la playa, al monte o a coger setas, afición muy extendida en la sociedad civil catalana, sin hacer caso a las proclamas de unos políticos en los que muy pocos creen todavía.
Desapego a los políticos
¿Y por qué no creen? Julián Santamaría, presidente del instituto demoscópico que realiza encuestas para La Vanguardia (lo mejor y más comprensible del periódico que durante decenios llevó el adjetivo de "Española") tiene dicho que esa postura, absentista –incluso más que abstencionista, porque revela un desdén inmenso por la clase dirigente– de la ciudadanía catalana viene dada, sobre todo, por la desconexión entre los problemas reales de esa sociedad y los conflictos que desatan los políticos. Curiosamente, en ninguna otra región de España la reacción contra los Ejecutivos públicos es tan notable como en Cataluña. Y es que los analistas catalanes más autónomos (todavía existen algunos de ellos) insisten en que los inventos del nacionalindependentismo importan algo menos de un bledo a los sufridos vecinos de infantería, los que han visto cómo durante todos estos años de intoxicación segregacionista el prestigio interior y exterior de Cataluña ha bajado considerablemente.
Con más crudeza y mayor entendimiento: a gran parte de los catalanes les importa una higa todo lo que el prolijo Estatuto encierra; lo demostraron el día de la consulta, pero los políticos que han ocupado y ocuparán el poder ahora tras las elecciones están en otro registro. ¿Mejorará el nivel de vida de los habitantes de Hospitalet, Olot o El Vendrell con la promesa de Mas de que seguirá multando, como si fuera un dictador caribeño cualquiera, a quien se atreva a rotular su pequeño negocio en la lengua general de España? Pero ¿cómo aguantan los catalanes una chulería así? Estos demócratas de pacotilla que tanto recuerdan la persecución de su lengua durante el franquismo vierten la oración por pasiva y ahora ejecutan a todo el desgraciado que tenga por ocurrencia llamar a su bar "Mesón Casa Pepe".
Sería para el firmante una auténtica sorpresa que hoy los pobladores de la región se lanzaran en tromba a los colegios electorales a refrendar con sus votos o a un penoso socialista, acomplejado por su nacimiento y preso de la furia de los conversos, o a un segregacionista catapultado por el marketing, que ha hecho del victimismo su única política de prosperidad. Pase lo que pase, vuelva a gobernar el depravado tripartido PSC-ERC-IU o regrese al poder Convergència, las posibilidades de que en los próximos años exista una convivencia feliz entre España y uno de sus territorios está negada; seguiremos con la cantinela bochornosa del "nos roban" o la monserga estúpida del "no nos entienden". Y pregunto de nuevo: ¿qué le importa eso a un parado de Badalona o de Valls?, ¿es que la independencia soñada con la que se pasan el día amenazando a los españoles los posibles vencedores va a arreglar la vida a sus votantes?
Campaña miserable
En toda la patética campaña –plagada, como mayor ingenio, de referencias erótico-festivas de retrete– no se ha escuchado una sola referencia a las tres grandes preguntas que cualquier elector de cualquier país avanzado se plantea cuando se le llama a votar: ¿es usted más rico o más pobre que hace cuatro años?, ¿está usted más seguro o más inseguro que entonces?, ¿se siente más o menos libre que en las anteriores elecciones? Aquí no: unos se han presentado en pelota viva para llamar la atención; otros bailando una sardana que ejecutan (en el peor sentido del término) como indoctos bailarines; los de más allá advirtiendo de que la letra (o sea, el catalán) con sangre entra; y los de siempre, como mayor hazaña, estrechando la mano de los pescaderos de La Boquería con un gesto de asco absolutamente indisimulable. Más o menos esto ha sido un campaña en la que, a mayor abundamiento, el todavía presidente, el que se ha pasado cuatro años rodeado de furiosos independentistas, se ha acordado de España para encoñar a socialistas charnegos, y el aspirante, ya sin disimulo alguno, ha avisado de que si no plantea una consulta para terminar con España es simplemente –¡oh, qué generoso!– porque ahora no la va a ganar. Vamos, ¡para no ir a votar!
Es el titular de todos los medios de comunicación. Hoy, elecciones en Cataluña. Acabo de votar. La parafernalia electoral carece absolutamente de belleza. Es ciertamente deprimente. Nadie hay recibiéndote a la entrada del <colegio electoral>. Nadie te trata de usted. Nadie te agradece el voto. Nadie. Sólo los dos o tres interventores de los partidos grandes, que cuando te ven aparecer con tres niños y la mujer embarazada te miran con desprecio y van a ayudar muy solícitos a los tres o cuatro abuelitos que aún buscan entre las mesas la papeleta de su elección. Cada vez que voy a votar me pasa lo mismo: Me arrepiento de haber perdido ese tiempo y salgo pensando que al interventor de CIU o del PSC les deberían aplicar la ley electoral y entrullarlos aunque fuese media hora para que aprendiesen un poco de democracia parlamentaria y liberalismo. Supongo que si te ven aparecer con los peques piensan…no es votante nuestro. Y no les falta perspicacia, porque qué razón tengo yo para votar a los de siempre, si los de siempre nos han traído hasta aquí.
Aunque hoy, por lo menos, hace en el pueblo buen tiempo, y hemos dado un paseo saludable bajo un cielo limpio y un sol fuerte.
Mi hijo mayor me ha prguntado qué es votar. Le he señalado que los españoles, al llegar a los 18 años, metemos un papelito en una urna de cristal, cada cuatro años más o menos, para decidir quién debe mandar ygobernarnos. Mientras se lo decía – perdónenme – caía en la cuenta de lo absolutamente ridículo del sistema. La respuesta de mi hijo me ha dejado maravillado. Pueden creerme que no quito ni pongo coma: ¿y por qué no votamos a Jesús?
La respuesta, y no porque sea de mi hijo, es extraordinaria, maravillosa, intuitiva. A quien suscribe días como el de hoy, le producen un cierto malestar. Tanta energía perdida, tanto tiempo robado; tanta esperanza traicionada.
EL presidente del Gobierno es incapaz de superar su tendencia natural a reducir la política a mera propaganda, incluso en las circunstancias más graves. Rodríguez Zapatero cree que las cosas se arreglan a base de declaraciones voluntaristas e imágenes oportunistas, como la foto de ayer en La Moncloa después de un cambio de impresiones con grandes empresarios. El extraño procedimiento para seleccionar a los invitados terminó por dejar descontentos a casi todos. Además, no es aceptable que el presidente de la CEOE quedara excluido de la reunión, sea cual sea la difícil situación de la persona qu...
Las palabras de Zapatero dan a entender que los 37 empresarios le han instado a terminar el trabajo anunciado en mayo. Así, señala que se compromete a cumplir y acelerar la reforma laboral, la de las pensiones, las políticas de contención del gasto y la reestructuración del sistema financiero.
El Financial Times considera que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, "o es muy valiente o muy tonto" con la actitud que mantiene ante los ataques de los especuladores a España.
España es demasiado grande para caer y no sólo por las turbulencias que provocaría. El Fondo de Estabilidad europeo no sería suficiente. ¿Qué hacer si llega el caso? El Plan B sería ampliar el Fondo, pero Alemania ha dicho que no. La única solución: préstamos bilaterales y quitas soberanas.
La prima del riesgo sitúa a las empresas estratégicas españolas al alcance de las multinacionales europeas. Las ampliaciones de capital, en entredicho. Los bancos son los que más sufren la caída. El Santander pierde un tercio de su valor e Iberdrola supera al BBVA. Telefónica, la que mejor mantiene el tirón
Entre dos millones y medio y tres millones de marroquíes participaron este domingo en una "marcha popular" en Casablanca para denunciar "la campaña de odio del Partido Popular español contra los intereses de Marruecos", según informó la agencia estatal marroquí de noticias, MAP.
Por su parte, el presidente de la autoconstituida República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y secretario general del Frente Polisario, Mohamed Abdelaziz, aseguró este mismo domingo que Marruecos ha encontrado en el Partido Popular el perfecto "chivo expiatorio" para defenderse de las acusaciones por su actuación en el Sáhara Occidental.
"Tres millones de ciudadanos marroquíes han participado en la marcha popular, según los organizadores, dos millones y medio según las autoridades locales", indicó MAP.
El objetivo de la manifestación en la ciudad más poblada de Marruecos, convocada por los principales sindicatos del país, era denunciar "la campaña de odio del Partido Popular español contra los intereses de Marruecos" y expresar el rechazo a la resolución "injusta" del Parlamento Europeo sobre la actuación de Rabat en el desmantelamiento del campamento de protesta de Gdeim Izik, en las afueras de El Aaiún, y en los disturbios posteriores, según la agencia estatal.
En una declaración difundida este domingo por la agencia de noticias del Polisario, SPS, Abdelaziz afirmó que la "manifestación convocada para este domingo de repudio al Partido Popular" constituye "el símbolo más elocuente de una interminable política de errores" por parte de Marruecos.
"En el marco de una concatenación de errores, sangrientos los unos contra poblaciones saharauis indefensas, diplomáticos y políticos los otros", el Gobierno de Marruecos ha optado por una "política de huida hacia delante", manifestó Abdelaziz.
Esta política, declaró, consiste en la búsqueda de "chivos expiatorios" que permitan "achacar a terceros, gobiernos, fuerzas políticas, organismos de Derechos Humanos y medios de prensa independientes, la responsabilidad de estos mismos errores".
"El pueblo saharaui, ha sentido más que nunca el calor y aliento de la opinión pública española y de sus fuerzas políticas, y de manera harto elocuente, del Partido Popular", prosiguió.
Por ello, "el Gobierno saharaui y el Frente Polisario no pueden sino denunciar la deriva que emprenden las autoridades marroquíes y sus partidos políticos satélites contra una de las principales fuerzas políticas españolas por el simple hecho, además nunca ocultado, de que haya levantado la voz en defensa de la legalidad internacional y de los Derechos Humanos en el Sahara occidental, atropellados por una ocupación ilegal que no tiene nombre", agregó.
El equipo de investigación de Intereconomía TV ha tenido acceso en exclusiva al documento oficial firmado por el Parlamento de Cataluña y la Cámara de Representantes de Marruecos en junio de 2004. En el acuerdo se habla, textualmente, de "sugerir aproximaciones realistas y objetivas a los problemas que deriven del problema de la inmigración y hará propuestas al objeto de promover las inversiones catalanas en Marruecos".
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