Las verdades no matan, por mucho que se use el dicho. Muchas verdades molestan. Y otras hieren profundamente. Se puede vivir en la ocultación permanente de ciertas verdades. Como también puede una sociedad vivir bien acomodada en mentiras consensuadas por uno u otro motivo. Pero cuando existen discrepancias parece lógico que una sociedad sana pugne porque la verdad se imponga a la mentira. Porque con las opiniones podemos litigar eternamente. Lo triste y disparatado es que litiguemos por los hechos y ya también por los números. En esta realidad líquida o, más aun, evanescente, de la era Alicia/Atila, todo es discutido y discutible, desde la nación española a las facturas impagadas por el señor Barreda antes de quedarse sin cortijo.
Las cosas nunca pasan por primera vez, porque el mundo es muy viejo. Eso es lo que no saben los adanistas como Zapatero que siempre están inventándolo de nuevo. Hay mil ejemplos de lucha consecuente y enfurecida contra verdades palmarias. Pero lo que vemos últimamente por estos lares es una campaña de desprestigio contra la verdad en general. Véase un ejemplo. Las voces más gritonas del socialismo patrio, muchas por el nerviosismo imperante, han querido estos días enviar a la hoguera a la nueva presidenta de la Comunidad de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal. Su delito, atreverse a decir la verdad. Dice que son 1.700 millones el hueco de impagados detectado en el maltrecho cortijo manchego tras el abandono forzoso por sus moradores socialistas. Leyendo los medios socialistas, que cada vez se parecen más los unos a los otros, dan ganas de acusar a Cospedal de haber causado la crisis de la deuda europea con su osadía e impertinencia al comunicarnos un dato. Y permitir así que el Wall Street Journal—tenebrosa hoja yanqui manipulada por Aznar contra la política de la alegría socialista— cargara las tintas sobre la crítica situación española.
Parece que aquí nos vamos a tener que cuidar de decir una verdad no nos vayan a oír fuera. En realidad, estos medios, cada vez más pedestres e histriónicos, sólo obedecen al lema que Alicia/Atila nos viene repitiendo desde que, hasta para él, la crisis es crisis y no puede ocultarla. Alguien podría pensar que es una osadía pedir a quienes fueron tanto tiempo engañados por sus mentiras que, ahora que saben la verdad, le ayuden a seguir mintiendo para engañar a los de fuera. Pero es que este hombre es así. Complicidad nos pide tras hundir al país en la miseria. La verdad en el debate mismo le parece alta traición. Anti patriotismo es pedir las cuentas claras y decir en voz alta esa verdad maldita.
Y ya que hablamos de traición y de anti patriotismo, tratemos otras verdades que también resultan lesivas e impronunciables para los voceros de la secta. Este miércoles hemos dado un paso de gigante hacia la conquista de una verdad de las muchas que nos debe este siniestro periodo de nuestra historia. Tan sólo revelará la verdad de un capítulo de una larguísima serie de ignominias que se han producido al amparo del secretismo de los acuerdos clandestinos del muy mal llamado «proceso de paz». Hay tres estrechos colaboradores de Rubalcaba y Camacho procesados por colaborar con el principal enemigo del Estado de Derecho y de España. Nos dicen que la verdad no importa. Es más, que es mala. No, señores. Repugnante no es la verdad. Lo son los hechos. Y la conducta de sus autores. Por eso necesitamos esta verdad y muchas otras. Para sanar de la sobredosis de mentira y ocultación que han inoculado a la sociedad española en este septenio negro.
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