El 12 de mayo de 2009, en plena celebración del debate sobre el estado de la Nación, Zapatero reprochaba a Rajoy sus derrotas electorales y su pasado apoyo a las investigaciones del 11-M, comparando a quienes cuestionan la versión oficial de aquellos atentados con los que todavía piensan que Elvis Presley vive:
¡Si se ha pasado desde que perdió las elecciones tratando de justificar en las cosas más insólitas, como las teorías del 11-M que abrazó durante un tiempo, su derrota electoral! Esas teorías que afortunadamente el tiempo ha puesto a cada uno en su sitio. También es verdad que habrá gente que siga pensando en las cosas más abobinables (sic) que se dijeron y formularon sobre el 11-M, igual que todavía hay gente que piensa que Elvis Presley vive o que hay gente que no cree que el hombre llegó a la Luna.
Hace poco más de dos años de aquellas palabras del actual presidente de Gobierno; muy poco tiempo. Pero parece que hubiera transcurrido una eternidad. Porque Zapatero, que llegó al poder gracias a masacre que influyó de manera decisiva en las elecciones de 2004, abandona su puesto siete años después dejando sin cerrar la herida del 11-M.
De nada valió una sentencia –la de la Audiencia Nacional– que lo único que consiguió fue acabar con el prestigio profesional de su perpetrador, el juez Gómez Bermúdez. De nada sirvió tampoco el apaño con el que el Tribunal Supremo intentó contentar a tirios y a troyanos, sin conseguirlo... Las mentiras y las falsificaciones en la investigación oficial de los atentados del 11-M eran demasiado evidentes como para que las víctimas y la sociedad aceptaran sin más que se arrumbara aquella masacre al cajón de los misterios históricos sin resolver.
Menos de dos meses después de aquellas infames palabras de Zapatero en el Congreso de los Diputados, la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M, dirigida por Ángeles Domínguez, presentaba una querella por falsificación de pruebas y falso testimonio contra el exjefe de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano, y su jefa de laboratorio.
Y desde entonces, la lenta marea de la opinión pública ha experimentado un progresivo reflujo, a medida que salían a la luz cada vez más datos que ponían en cuestión tanto la instrucción sumarial efectuada por el juez Juan Del Olmo, como la prueba pericial sobre los explosivos ordenada por el juez Gómez Bermúdez. Datos que apuntaban a algo ciertamente tenebroso: que en el 11-M operó una auténtica trama de destrucción y falsificación de pruebas, encaminada a poder achacar el mayor atentado de nuestra historia al terrorismo islamista.
La cruzada judicial emprendida por las víctimas del 11-M ha estado repleta de obstáculos a lo largo de toda la legislatura. Desde el primer momento quedó claro que el Ministerio de Interior iba a tratar de obstruir por todos los medios las investigaciones sobre la posible falsificación de pruebas en la instrucción sumarial. Más de un año tardó el ministro Rubalcaba en responder, por ejemplo, a los requerimientos de la juez Coro Cillán para la entrega de documentos relativos a los protocolos de actuación de los Tedax. Quedaba así clamorosamente en evidencia ese ministro – y actual candidato - que se atrevió a decir el 13-M aquello de "España se merece un gobierno que no mienta, que diga toda la verdad".
Pero, a pesar de los pesares, las investigaciones judiciales fueron progresando y permitieron constatar que tenían razón los medios de comunicación independientes que habían denunciado las falsedades en que se asentaba la versión oficial del 11-M. Tenían razón aquellos que señalaron que los escenarios del crimen se destruyeron con una celeridad inusitada; que las muestras tomadas en los trenes se desvanecieron como por arte de magia; que las pruebas del caso se sustituyeron por otras fabricadas ad hoc...
Y hoy, esos dos mandos policiales contra los que se querelló hace ahora dos años la principal de las asociaciones de víctimas del 11-M se enfrentan a la próxima resolución de la juez Coro Cillán, que podría decidir su procesamiento a la vuelta del verano.
Así que Zapatero, el que no tuvo reparo en ofender a las víctimas de la masacre de Madrid al comparar las dudas sobre el 11-M con las teorías conspiratorias acerca de la muerte de Elvis, se va a ahora de Moncloa dejando en la estacada a dos mandos policiales, al igual que deja a otros tres en similar situación por el caso Faisán.
Pero, sobre todo, Zapatero se marcha sin haber conseguido ahogar las ansias de verdad de las víctimas del 11-M y de todos los españoles. Zapatero es ya historia; las investigaciones del 11-M, no.
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